Es como si algún dios cruel
hubiese escrito el camino
como un constante quiero y no puedo,
puedo y pierdo.
Como si para él mis cambios de humor
fuesen una droga
y necesitase de mis lágrimas y sonrisas
pero sintiendo una leve inclinación
por lo primero.
Quizá sea libre,
al menos hasta ahora no he experimentado
el cielo del pájaro
ni el mar infinito.
A lo mejor estás cadenas
dentro de un tiempo ya no aprieten
y quizá entonces,
pueda empezar a entenderlo todo.
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