En la universidad
suenan risas enlatadas con cada recorte
pues nos califica
el ministro peor calificado.
El estado
"padre nuestro que está en los cielos"
nos descuida
como a un hijo bastardo.
Con los dientes apretados asistimos a clase
esperando que algo cambie
año tras año
sin arriesgarnos.
Para luego huir,
exiliarnos,
correr lo más lejos que se pueda
y dejar que la rueda siga girando
mientras agoniza la educación
cercana ya al infarto.
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