"Aprender la levedad del pájaro."

miércoles, 15 de junio de 2011

Estaba sentada en una lo que antes podía haber sido una estatua o un buen lugar para tomarse un café/té/fumar un cigarro a solas. Miraba al frente, a veces gestualizaba pero sólo con los ojos, mostrando su asombro, preocupación o alegría por todas las imágenes que encontraba a su alrededor. Estaba sola y eso era lo más extraño porque era preciosa, cruzada de piernas, callada, se situaba en el centro de mi mirada, yo, apoyado sobre una pared, también sólo pero por razones distintas o eso supuse porque en realidad no era así pero claro, tampoco yo podía adivinarlo.

Ella miraba al frente y yo la miraba a ella, ni si quiera me imaginaba que pudiera haber notado mi presencia pero eso hizo y cuando menos lo esperaba me miró con esos ojos dulces, de un color miel intenso y esa forma de ver mas allá de mi camiseta, de entender toda la estructura que rodea a mi corazón, las palabras y los recuerdos que conforman mi alma, era como un examen. Pero de repente el cielo calló sobre nosotros y al derrumbarse una nube encima nuestra desperté.

Estaba en casa, de nuevo empapado en sudor, la frecuencia con la que mis sueños me golpeaban oníricamente me preocupaba desde hacía tiempo, siempre que dormía sabía que tendría que enfrentarme a algo, a algún miedo, complejo o estrés de mi pensamiento. Ya no escribía nada, parecía que mis personajes habían huído de mis papeles porque según concluí, no les pagaba lo suficiente y es cierto, desde hacía tiempo no les alimentaba con los mismos sentimientos e ideas que antaño pero tenían que entenderme, ya no estaba enamorado, la última vez sufrí mucho el abandono y la asfixia así que dudaba de la posibilidad de poder estarlo, por lo que pasaban muchas mujeres por casa pero ninguna me hablaba frente a un café y un buen paisaje. Estaba frustrado, dolorido, solo, ya ni las palabras querían la calidez de mis manos tan solo me quedaban los sueños y estos me estaban comenzando a fallar. En la redacción, me habían dado unas vacaciones para centrarme y yo ni si quiera había pensado a donde ir, un caos, repasaba esta situación junto a las arrugas producidas por el último insomnio en el espejo.

Decidí el cine, en mi barrio hay un cine pequeño, viejo, orgulloso de sus huesos oxidados no como esos grandes almacenes que alzan grandes salas en los que uno se siente pequeñito no, en este te sentías igual, sentías calidez y sentimiento en las butacas, fuera de la frialdad del 3 D y los asientos enormes que no dejan lugar al contacto con otros espectadores. Fuí poniendo todas mis esperanzas en la última película de Woody Allen, casi en pijama y desaliñado, total, un viernes y en ese cine, dudé de cuántas personas irian y por eso decidí no engalanarme. La película me gustó, mucho mejor las de los últimos años, estaba llena de arte era lo que yo necesitaba, cuando pensaba en esto sentado todavía en mi butaca oí "Paris" ,completando mi pensamiento de lo que yo necesitaba, a media voz, miré y a mi lado había una chica de belleza deslumbrante. ¿Cómo no me había fijado antes?, quizá porque llegué un poco tarde y las luces ya estaban apagadas, en la última fila, no había nadie más, ella, yo y algunas ancianas, o quizá no me fijé por mi actual distanciamiento con las personas en general y las mujeres en particular.

Pero ella, miraba al frente, a los títulos de crédito como haciendo un repaso mental de todo lo que le había gustado de la película, yo la miraba y tuve la sensación dejavu, claro, el sueño. Tenía el pelo desaliñado y castaño, cayéndole bajo unos delicados bucles sobre el cuello, los ojos no alcanzaba a distinguirlos por la luz de la pantalla pero me quedé un rato observándola y ella, mirando ordenando sus ideas. Al final me miró, justo en ese momento en el que en las películas ya no quedan más créditos y los rezagados esperan una escéna inédita, en el momento en el que los acomodadores ya te miran raro y tienes que abandonar la sala, me miró y sin decir nada, yo la estaba mirando y reconozco que me avergoncé hasta el extremo y miré al suelo "¿Dónde estará mi móvil?" dije en un ridículo intento de excusarme al tono justo para que ella me oyese, lo tiré con la otra mano y anduve mirando a un suelo infestado de palomitas y polvo hasta que ella dijo "allí" ,lo cogí y gracias, no lo dije, pero no hizo falta pues mi sonrísa lo decía ya.

Empujados al exilio de la sala, donde habíamos ambos comentamos que habíamos disfrutado mucho de la película nos fuímos a pasear. Ella propuso un café y yo acepté claro. Era jóven, sentía en ella el vitalismo que tanto necesitaba, a mí ya me invadían las canas y estaba a punto de convertirme en una persona mayor, de esas que están malhumoradas todo el rato porque la gente les llama señor. "A Paris, ¿vendría a París?", dijo mientras yo divagaba sobre mi edad medida en las canas, " no por favor, odio el "usted. A París, ¿también lo has pensado después de la película?", "sí pero lo digo muy en serio, me apetece, quiero despejarme.." " justo a mí me han "forzado" a unas vacaciones y aún no sabía a donde irme", "A París, París.." dijo ella mostrándome una sonrisa sincera, fuera de convencionalismos y modales, de bienvenida, de apoyo, más cerca de la amistad que de complacerme una sóla noche, con esperanzas en el amor sentí como algúnos de los personajes que tanto echaba de menos habían vuelto a mi cabeza, "A Paris, claro", le contesté y ambos sonreímos.

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