Él, Don Juan de bolsillo, Romeo cobarde, eterno indeciso. Ella, Julieta enamorada como pocas, la esperanza de dos palabras, la ilusión de contar el tiempo y temblar por cuándo sonará la melodía de su teléfono. Él, escribiendo una y otra vez la posdata de un mensaje casi completo “te quiero”, pero al leer estas palabras temblar de miedo ante la idea de una mala reacción y borrar al momento este complicado “punto final”. Ella, uñas descuartizadas por los juegos y el nerviosismo de unos dientes que se mueren porque le diga esas dos palabras, como un código secreto entre ambos, desea poder responder a un sentimiento mutuo. Él, de tanto borrar y escribir de nuevo mirada al suelo cruza la carretera sin ver el peligro. Derrape. Gritos. Sangre. Móvil al suelo. Romeo de pacotilla , muerto sobre la calzada y sus ojos casi llorosos por un mensaje incompleto. Ella que con ilusión lee el texto al instante de recibirlo pero cuando llega a la que sería la mejor parte sólo puede leer “pd.” y nada más, un vacío que huele a ausencia, un destino como tantas veces, cabrón.
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