"Aprender la levedad del pájaro."

lunes, 7 de febrero de 2011

Auxilio Marino

Salió de su casa temprano, era sábado y el sol brillaba como nunca, quería recorrer las calles de su nuevo hogar, aquella ciudad escondida a pie de mar, pequeña y acogedora, con pescaderías, puertos y arrecifes, con las calles torcidas y las casas blancas, ventanas azules, con vistas al horizonte. Cerró la puerta y aspiró la mañana en dos bocanadas, comenzó a caminar, se había instalado hace poco por lo que corría el riesgo de que se perdiese pero eso a él no le importaba. Primero paseó por los parques donde algunos niños y niñas ya jugaban a inventar historias, columpiarse o saltar rayuelas, luego fue a la plaza del ayuntamiento, llena de flores y algunos árboles envejecidos, coronada en el centro por una majestuosa fuente en la que algunos ancianos se sentaban a conversar sobre historias pasadas, el edificio del ayuntamiento era enorme, lleno de lujos como no y balcones engalanados de escudos prehistóricos. Más tarde decidió dar una vuelta por la zona más antigua, la parte del puerto, en ella cualquier esquina olía a sal y espuma, en algunos puntos la arena se comía las calles y esto le daba un aspecto maravilloso, se sentó en una terraza a tomar café mientras a unos cuantos pasos se alzaba el mar en su maravillosa infinidad, pensaba en los peces, corales, en los secretos de las profundidades, nada mejor para su jubilación que aquella paz, aquel lugar. Se cruzó con varios vecinos por la mañana que amables le hicieron ofertas de partidas de poker o clubes de lectura, pero él se resistió pues en ese momento tan solo quería andar, cuando terminó el café ya estaba dispuesto a pisar la arena, todo listo, se descalzó antes y se remangó los pantalones, el primer paso siempre es el peor, la arena quema y no puedes evitar caminar deprisa sin embargo aquel día la arena estaba templada, tan cómoda, como un valle de algodones, miraba y veía conchas entre los granos, ya faltaba poco, ya llegaba el mar.

Primero la espuma mojó sus pies en un saludo, luego se agachó y para su sorpresa una botella estaba hundida en la arena blanda, "¿Será uno de esos mensajes que tanto aparecen en las películas?" se dijo emocionado, la cogió y en efecto dentro de esa vieja y verdosa botella había un papel, lo sacó y cual fue su enmudecimiento al ver que lo que el papel dictaba: "S.O.S fdo: la tierra", una lágrima se desarmó en sus ojos y un vacío le partió el alma, como podía ser, acaso era verdad o tan solo una broma macabra,  un instante más tarde, un breve y casi inaudible lamento desde las profundidades del mar le hizo comprender que era cierto, que si nadie hacía nada ese maravilloso azul infinito iba a morir como toda la estructura de Gea y él que tan solo buscaba reposo y recargar el alma con fuerza, se vio como aquel mar, viejo y contaminado por el grisáceo manto con los que los hombres cubren la belleza.

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