"Aprender la levedad del pájaro."

martes, 15 de febrero de 2011

TRAFICANTES DE SONRISAS

El pasado lunes se sometió a votación la ley para la regulación de la felicidad ajena. Como era de esperar, los siempre atentos mandatarios de nuestro país aprobaron la propuesta so pretexto de someter a la población a un "mejor" estado de calma anímica, en otro orden de cosas...


Cuando Otto escuchó la noticia se quedó mudo, esta le encharcó su casi siempre impermeable alegría, pronto corrió a avisar a Ana pues esta ley ya había entrado en vigor y ahora debían llevar cuidado en sus encuentros pues la pena impuesta a los que trasgredieran esta condición era la de una especie de tratamiento de penaterapia, sé que parece absurdo, Otto no pudo contener su sorpresa tan bien expresada por sus ojos en blanco.

"¡¿Cómo que ya no podemos ser felices?!..

"Sí que podemos Ana, pero con mucha más prudencia que antes, ahora somos como una especie de traficantes de sonrisas.."

A partir de ese momento sus encuentros cada vez fueron más misteriosos, usaban pseudónimos como Flaca o Kid, Niki o Drama, pero nunca sus verdaderos nombres, quedaban en lugares inóspitos, mesas de madera que nadie ocupaba, cafés llenos de bohemia y se reservaban las sonrisas para cuando el camarero estaba distraído limpiando algún vaso u ordenando sus libros. Pasaron de la noche a la mañana a la clandestinidad, ellos que se conocieron y en el desarrollo de su amor fue un pilar importante la sonrisa, la de ella hacia él y la de él hacia ella, siempre andaban sonriéndose de forma espontánea o en clave de verso, siempre hasta que sus sonrisas ya no significaban "Buenos días" o "qué bien verte", sino que significaban "qué guapa estas" " cuantas ganas tenía de estar contigo" o la más hermosa " te quiero", sus labios en ascensión pasaron a ser el abecedario de su lenguaje y cuando sólo llevaban tres "te quieros" en forma de sonrisas nació esta dictatorial ley.

Sin embargo y a pesar de los esfuerzos seguían siendo tan felices o quizás más que antes pues ahora valoraban más la sonrisa del otro, el guiño de los ojos cuando es intensa, el gesto de la nariz, la barbilla, todo cambio significativo que formaba aquella estructura.

Un día, Ana, mientras leía el periódico no pudo evitar ver nacer en su boca la mayor de las sonrisas, en cuanto terminase de asimilar lo que estaba ocurriendo llamaría a Otto para contárselo. Un pequeño titular bañaba aquel periódico gris con un suave: "Los traficantes de sonrisas, son felices", acompañado como no de la foto de una calle por la que transitaban muchas personas con gesto apático, casi triste, nostálgico de aquella felicidad pasada y a su vez, una foto de los políticos que aprobaron dicha ley al borde de la lágrima. Sin embargo y por victoria, los traficantes de sonrisas eran felíces pensó en todos los amantes o amigos que debían como ellos, realizar esta actividad en silencio y secreto y no pudo evitar verter una lágrima, de esas dulces, por fin, de alegría.

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