"Aprender la levedad del pájaro."

domingo, 2 de octubre de 2011

Salvador.

Él siempre trata a su guitarra como una parte más de su cuerpo, como una prolongación de su alma, de su espíritu de pájaro (como el mío). Apura el porro entre los labios y cierra los ojos, toca, sin importarle nada ni nadie, toca y sus manos bailan un tango sobre el mástil que a mi me encanta observar callado, disfrutando de ese pequeño momento, de ese pequeño oasis de música que compartimos juntos siempre. Entonces se quita el porro, me lo da, sonríe y me cuenta que esa canción no es tan buena, que podría sonar mejor y yo tengo ganas de gritarle, de decirle que no, en cambio sonrío, le doy varias caladas y la música sigue y las nubes siguen su ruta y nuestra risa, nuestros ojos cerrados, nuestras palabras, esa inspiración que surge en ambos cuando estamos en la más absoluta soledad, en ese silencio que es como un papel, que desea llenarse de ideas y sueños, entonces.

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