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Pero cómo queremos matarlo, vertiendo mentiras y mediocridad en su fondo, como queremos aprovecharnos de su bonanza, quebrando su organismo desde dentro, robando los tesoros que esconden, sin saber que su respuesta será fría, sin remordimientos y ciega, con lo bien que podríamos estar sin sufrir sus consecuencias, en perfecta armonía, como un Ulises que atrapado ya ha perdido la fe en itaca, pero la ha encontrado en el mar.
Y ahí sigue mi muelle, mi pequeño muelle y mi mar menospreciado, ya desde su nacimiento lo tomaron de "menor", menor sí, pero igual de hermoso y el asco a las algas, cuando en realidad su textura es terciopelo, es imperdonable, no se puede explicar, que lo tengamos enfrente y lo sepamos mirar, pero no ver.
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