"Aprender la levedad del pájaro."

miércoles, 26 de enero de 2011

léeme los labios ¿qué te dicen?

Me quedo ciego, si otro sol me alumbra, si no es el sol de tus ojos el que brilla en los charcos de un impaciente Enero, me quedo confundido, si este viento viene con furia, pues no son suspiros ni delicadeza, no es tranquilidad ni brisa, solo agotamiento que en mi garganta es un torbellino de tos. Me quedo sordo, tu voz, cuando se queda anclada en el vacío del silencio, el vacío de una silla vacía y nadie la ocupa, se queda así, testiga muda de la soledad de este poeta amante del café, la voz, aquella voz que ya se oye lejana, que tengo que apretar los ojos y abrir la mente para encontrar algún resquicio, menos mal que siempre guardo el eco para cuando la necesito. Y el tacto, maravilloso tacto onírico aún no cicatrizado, aun no encontrado en mi piel pero si en mis mejores versos, mis mejores conversaciones conmigo mismo, tu mejor forma de describirlo fue decir que de rozarme sientes arte sin saber que yo sin rozarte también llego a  sentirlo, es algo que se esconde dentro, en el alma, una idea miedosa, que teme a salir pero que sabe su única escalera es la garganta, el peaje de los dientes, la alfombra que es la lengua y algunas palabras, bien ordenadas y con un ritmo tranquilo, para callar las revueltas internas, entre costilla y cráneo, entre corazón y mente.

La verdad el muro de Berlin ya está roto, solo queda, dar el paso, de uno al otro lado, superar la frontera, juntar en un segundo los labios, aquel tacto y sabor que siempre soñé aun no consumado, aquel sueño que sigue ardiendo y al principio no lo supe ver y Abril y la primavera a la vuelta de la esquina miran curiosas al pasado y yo sé que es un buen pasado, aunque ahora en este presente por descuidarlo, tiemble el futuro, pero confío, confío y sonrío porque tu esperas que todos sonrían y tu siempre lo haces y es, una de las mejores cualidades que hubiera podido desear.

¿Sabes? como dejas las huellas sobre el firme blanco de aquellas tazas, que quedan abandonadas en el cementerio de los restos de las palabras y las miradas, como dejas aquellas huellas, también las dejas sobre mi alma, de forma anónima al principio pero ya conocida por todos mis habitantes internos y aquellas huellas arden y gritan de júbilo cuando mi pupila entra en contacto con la tuya y sin darnos cuenta, entre los dos, se sitúa un deseo y una  luna y lo más propicio hubiera sido, habernos quedado dormidos.

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