"Aprender la levedad del pájaro."

domingo, 30 de enero de 2011


No es un universo lo que tú me propones, sino un biverso

Por cada silencio existen cien palabras que podríamos decir, pero que ya se comunican entre nosotros mediante el puente de nuestros ojos, una estructura tan invisible como indestructible, una fina línea que nos separa y a la vez nos une, entran y salen desde tu pupila hasta la mía y viceversa, caminando por nuestra mirada hasta colarse en nuestras almas. Por cada sonrisa hay una emoción que vuelca mi pecho y le hace caer, le hace suspenderse en el aire, rebotar contra mis costillas, querer saltar de júbilo, gritar de emoción, por cada una de tus sonrisas hay Ana polar, cien latidos míos, que incombustibles palpitan a fuego lento cada vez que tu mueves tus labios hacia arriba y dejas entrever tu alegría que ya se presiente con tus palabras. Ser valiente no fue una decisión ni una condición sino un estado mental, que duró un segundo, el tiempo necesario para ordenar algunas palabras que te dije más tarde temblorosas y que en vez de caer kamikazes al vacío de tu silencio, se resguardaron en tus oídos que buenos anfitriones estuvieron siempre atentos de escuchar. Por cada una de tus miradas esquivas, nerviosas, impacientes, hay una sonrisa mía, que no se burla, sino que muestra su felicidad, aunque tu siempre te enfades y tuerzas el gesto, entonces por fin se rompa el silencio y yo hable, te explique, hasta que vuelvas a sonreír, que no me haces reír, sino que me hacen sentir algo indescriptible, tan solo esbozado en una risa o en un arrugar de mi mirada. Por cada paso, uno dos, miro al suelo y se torna gris, se alejan nuestros cuerpos de ese refugio que es aquel café que hace esquina o el otro de la puerta enorme de madera, donde tú siempre me esperas tranquila y mirando al frente, hasta que giras la cabeza y me sonríes, por cada paso, tres cuatro, se incrementa la soledad invernal a la espera de la primavera  anímica, pero es débil, cada tarde más débil, con cada palabra más débil, con cada mirada más débil, entonces te marchas o me marcho, dura un segundo el beso de despedida, volvemos la cabeza y en la ciudad cae de repente un manto gris y el único atisbo de color es el que dejan tus huellas antes de mirar entrecerrando los ojos, si el autobús que llega, es tu autobús, entonces yo deseo que alguien dentro de él te sonría para que luego me cuentes que has tenido una gran tarde, mañana o día entero. Por cada veintiocho de abril, cien poemas sobre la importancia de los hechos que con alguna razón sucedieron para que tú me mirases o yo te mirase y ambos leyéramos la cantidad de poemas que escondían nuestros ojos cuando aún no nos conocíamos. Por cada veinticinco de Enero, una hoguera de sentimientos que saben crear un universo y retenerlo en el corazón hasta que ambos podamos entrar en él. Por cada Ana polar, un Oto kamikaze.

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