"Aprender la levedad del pájaro."

jueves, 13 de enero de 2011

Requiem

"Estoy así de bien", dijo mientras separaba un poco las manos, creando así un mínimo espacio, "¿Quieres decir entonces que estás mal?", no dijo nada, me miró afirmativo, escondido en sus pensamientos  irónicos, "¿Por qué lo haces difícil?" seguía sin contestar, no era K, era una marioneta de K, un muñeco de cera, un robot puesto en off. "Eres frustrante.." entonces me miró, me miró con tanta compasión que le odié, tenía ganas de pegarle, de quitarle ese gesto hipócrita, de arrancarle el silencio a trompadas cuanto dijo "y tú demasiado fácil", entonces me besó, me besó de tal forma que ni me acordé de sus palabras, de su falta de humildad, de su humillación, me besó como besa un preso, como besa  un condenado a muerte, con la esperanza de que ese beso le devuelva el poco de vida que le queda, me besó poesía, un beso corto pero pasional. "¿Y?" dije en un arranque de valentía o de resignación a una respuesta borde, "ahora puedo estar, así de bien" y abrió los brazos, recuerdo que me avergoncé del brillo de mis ojos, sonreí enmudecida y entonces dijo "eres una llorona, una quejica, ¿ves como no era tan difícil?, tú que decías que yo era frustrante y el realidad era mi frustración lo que te frustraba y tu que siempre te las diste de sencilla, me negaste durante tanto tiempo tu beso, ahora en parte entiendo porqué pero..", estaba confundida, demasiados alardes, demasiada predisposición, demasiada alegría contenida, le miré caer junto a mí, le vi perder la vida en los ojos, en un segundo, la línea cruzó la barrera de la angustia y provocó mas de un alarido dentro mía, llamé con miedo, llamé y me lo cogieron tarde, tarde porque sus convulsiones no entendían de tiempo, de horas, ni tenían compasión, me fuí corriendo, le vi morir, tumbado sobre aquella acera fría, en el rocío de los borrachos que inician conversación con las prostitutas, arrojé mi droga a una papelera y huí, luego en la crónica, apareció su nombre con una crueldad inflexible y el anonimato periodístico de "un joven ha aparecido...", era tan complicado, siempre conseguía hacerme daño, aunque no fuese adrede, incluso su beso, su beso que se mató, su muerte consiguió arrebatarme la alegría momentánea y mientras sus ojos se perdían en el limbo, yo me perdí entre esas calles atestadas de suciedad y meadas, como siempre, me dormí en aquella cama vieja, con la cara entre las sabanas, muerta de miedo, herida de soledad.

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