"Aprender la levedad del pájaro."

domingo, 8 de mayo de 2011

Infartos del alma

Le temblaban las piernas, sentía que si continuaba así, inmóvil, se quebraría, se rompería en mil pedazos y no habría quien pudiese reconstruirlo.

Frágil, como una escultura de sal, más débil que un castillo de arena, una mota de polvo una gota de agua serían su fin, allí, parado, en una plaza cualquiera, a una hora exacta, con todos los minutos y los segundos plantando arrugas en su rostro, con los ojos llorosos y el alma en vela, en pena, en vilo, jodida.

Los niños jugaban a su alrededor, él rezaba porque no se le acercasen, por no ser interesante para ellos pues un mínimo roce de sus inocentes manos le hubiese destrozado. Huesos de cristal no, alma de cristal, quizás, todo resumido a ese frágil sustento que habitaba dentro suya, qué mierda, se decía, no podría ni articular palabras ni respirar de una manera no forzosa. Todo a su alrededor seguía vivo con una cotidianeidad condenatoria.

¿Cuánto más?, se preguntaba, dialogaba consigo mismo pues su parálisis le impedía hablar con cualquier otra persona, un monólogo tras otro, una pregunta tras otra, una agonía intermitente.

Un infarto del alma. Eso era. Él los conocía muy bien, hacía estudios de ellos, tan desconocidos para el ser humano, describía las cuencas vacías de tantos transeúntes, en su diario y ahora, ¿quién lo describiría a él?, ¿cuál era la solución? si el no la conocía, la estudiaba, estaba en medio de aquella tesis cuando ocurrió y ¿quién se pararía? si su piel ni perdería color, ni se axfisiaría, es muy complicado advertir un infarto del alma ajeno.

Un roce, una caricia que no le quebró eso fue, respiró hondo y miró alrededor, buscando desesperado a esa persona que le había ayudado, le había salvado de aquella tumba de estatua. Por la calle, avanzaba una figura femenina, alta, de pelo moreno y.. Tanto misterio en su figura, tantas cosas que desconocía, pero, le había reanimado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario