"Aprender la levedad del pájaro."

martes, 21 de diciembre de 2010

Quizá sea hoy el día

Ando bajo la irreversible sombra de este invierno que congela sin piedad, tanto a ricos como a pobres a corazones y descorazonados a leyes y revoluciones. Ando pisando los charcos y los cigarrillos humeantes de un grito sordo, ultrasonoro, que quizá tan solo escuchen los estanqueros y las marcas de labios, ando y en un instante irreconocible tu te cruzas en frente mía, entonces te paras, observas y yo no sé cuanto dura este juego, me miras y te miro, te das la vuelta, te marchas, no sin antes espiar un poco más mi alma que tan traslúcida se muestra siempre en mis pupilas.

Entonces ejerces la huida, el gameover, fín del juego, no sin antes respirar el halo de aire que deja mi boca, no sin antes sonreírme cómplice del erotismo y la fugacidad. Pero lo que tú no sabes es lo que yo deseo, yo no deseo si quiera que me mires, no deseo que te pares e imagines, no deseo tu excitación fácil. Lo que yo deseo es que sin pretexto alguno por fín te pares y comiences a hablar, en poesía claro, recites algo, algo que me enmudezca el alma y me haga bailar con los dedos de los pies, tiritar con los dedos de las manos, lo que yo deseo es poder decírte al oído algún verso que te rompa en mil pedazos y caigamos al suelo envueltos en una mágico júbilo interversal.

Que los minutos transcurran como un capítulo de rayuela, llenos de descripciones hermosas, de momentos inolvidables pero que ni tú ni yo nos toquemos ni un milímetro, a no ser que tu te muevas un centímetro más a la izquierda o yo me gire un poco hacia la derecha y que en el suelo recostados nos encontremos de casualidad.

Pero claro, los deseos se hallan encerrados en lámparas escondidas en los trasfondos de los decorados de Disneyland París. Pero claro, a estas horas del día no cruzan las estrellas fugaces el nublado cielo y no tengo a quien recurrír ahora.

Por eso tu pasas a mi lado y respiras un poco mi aire, me miras un poco, te interesas un poco, me intrigas un poco, pero sigo mi camino solo, pisando los charcos y apagando los cigarros que siguen humeando agonizantes en el asfalto. Miro por ultima vez y en un segundo el pequeño palpitar de tus pasos, como se mueven tus prendas al compás y como me dejás mudo por un segundo, pero claro.

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