"Aprender la levedad del pájaro."

domingo, 12 de diciembre de 2010

Un florencia por favor.

Seguro que Audrey tambien se fijaría en estos detalles, como los incondicionales en la barra, relamiendo espuma de cerveza mezclada con tínta de periódico,las botellas de turbias formas y múltiples colores por culpa de los cristales tintados o lo hermosa que se ve la lluvia tras esas media-cortinas que no son capaces de esconder una tormenta con tan grande cristal o la habitación de arriba o el escondite de abajo y qué misterios guardarán, cuantos almanaques, tés, cafés o discursiones habrán trascurrido entre esas cuatro paredes de madera clandestina. Los cuadros imprevistos, minúsculamente avisados en la puerta, el menú del día, poesía sin nata por favor, al menos para mí, conversaciones sin frío, miradas complices, relatos cortos, revoluciones nacidas del descanso y la paz.

Seguro que a Horacio le hubiese gustado este pequeño rincón literario que subsiste eterno dentro de la poca iniciativa artística, seguro que hubiese discutido aquí su metafísica, pero yo le dejo estar, le traigo atrapado en 569 páginas.

Y mis ojos que recorren esta estructura, este corazón tranquilo de suelo frío y paredes cálidas, estantes que esconden libros que a veces coges, por curiosidad y te encuentras con una gran novela, mientras el café se prepara, veo como escogen la taza, la cuchara, el azucar y entonces tengo para mí disfrute un dulce florencia por el cual cierro los ojos y apago la rabia, por el cual cada tarde que me lo permite mi pereza ando los diez minutos que separan ese templo literario de mi casa.

Y lo importante no es el café, si no los minutos en los que mis ojos recorren todos los detalles de ese maravilloso lugar y sueño.

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