"Aprender la levedad del pájaro."

lunes, 5 de septiembre de 2011

Hacía rato que Daniel miraba el bolso, olvidado en un banco de la calle cualquiera podía robarlo pero él lo necesitaba, no podía dejar pasar esa oportunidad  y que otro ratero del tres al cuarto le arrebatase el premio. Se acercó decidido, rebuscó en su interior bajo la atenta mirada de una anciana que pasaba por allí y que debió desconfiar de su aspecto, cuando encontró el móvil hizo como si hablara por él, con otra persona a la que le decía que había encontrado el bolso, su novia, supuso la anciana dada la edad jóven y el innegable atractivo de Daniel.

Ya en casa examinaba el contenido del bolso como un médico examina a su paciente, un libro, una tarjeta de un restaurante italiano, un pintalabios marrón, una funda de gafas (sin las gafas dentro), otro libro y una servilleta con la dirección de un bar. Nada de dinero. Esto hizo que a Daniel se le ablandara el corazón pues no veía justo robarle el bolso a una mujer por placer, sin ninguna necesidad, quitarle esos libros que seguro para ella tendrían valor sentimental y recuerdos. Abrió el primero titulado "El baile de la victoria", no leyó nada porque entonces se habría enganchado a la historia y habría tardado más en devolver el libro, pero reparó en una página marcada por una fotografía, la página veinteycinco, le resultó curioso pues ese día era veinteycinco de Enero, la observó con detenimiento, en ella aparecía una mujer preciosa, con una sonrísa enorme y los ojos llenos de luz. Luego lo guardó todo con cuidado y decidió dejar el bolso a la mañana siguiente al bar que marcaba el mensaje de  la servilleta "estaré en el itaca".

Dejó el bolso sobre una mesa y se sentó en la barra a esperar si aparecía la mujer de la fotografía. Cuando ya habían pasado unas horas y Daniel daba el primer trago a su tercer café se abrió la puerta y apareció una mujer, era ella pero más desgastada, no había rastro de la sonrísa preciosa, ni de la luz de su mirada, sólo vió en ella algunas ojeras y restos de llanto. Miró a todos lados como si estuviese buscando a alguien y cuando vió que sobre una mesa estaba su bolso se echó a reir, se sentó y comprobó que estaba todo en orden. Daniel se pasó un minuto dialogando con sus conciencias internas sobre si invitarla un café o no, al final ganó la picardía y sin dudarlo un segundo se sentó a su lado, "Hola".

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