"Aprender la levedad del pájaro."

sábado, 26 de marzo de 2011

ÉL

Cuando caminaba por la noche, siempre por la misma calle y siempre, a la misma hora, aquella inmóvil farola dejaba ver un halo de su luz, que reflejaba la sombra de aquel muchacho, siempre cuando ocurría esto, él pensaba que era como una señal, un recordatorio de que el mundo aún no le había robado su identidad, su sombra, lo que él más apreciaba, el bien menos pagado y sin  embargo, algo que lo acompañaba desde niño, esta, sabía de sus llantos y su risa. Cuando veía niñas saltando a la comba, nuestro joven pese a ser ya “maduro”, deseaba meterse en medio, saltar y que los problemas se cayeran de sus bolsillos al igual que sus monedas, dejar fluir la infancia en un cuerpo a cuerpo con el tiempo, dejar de soñar no fue su opción y sin embargo en algún momento, alguna noche le obligaron a hacerlo.

Pocos entendían su adicción a las estrellas, los libros, los filmes antiguos, su manía de recordar cada imagen, como una fotografía en su mente, con macros, en sepia, blanco y negro, qué importa, recordarla sin cámaras ni efectos secundarios, guardarla, para él. Escribía en su diario sus impresiones y no sus emociones como su manual indicaba, era alto, desgarvado, con la mirada cansada y el pelo grasiento, largo, barba pronunciada y sonrisa turbulenta, vamos, no habría sobrevivido ni una hora en cualquier discoteca.

Él lo sabía, lo sabía y vivía conforme a esa máxima, la máxima de no intentar encajar donde no encajaba, no buscar amigos cuya puerta de entrada fuese el rechazo, más bien era solitario, tenía sus rutinas como todo humano, el café florencia siempre puntual, el paseo, los silbidos, su lista de música, era curioso verle caminar entre especímenes más bien conocidos y él, invisible, tranquilo, pendiente del mundo y no de sus habitantes.

Tenía amigos claro, pero pocos y tan callados, compartían impresiones y no emociones, como en su diario, eran como él, “perros verdes”, en fin “bichos raros”, personas que se reunían en parques con una botella de vino a hablar, cuando La Roja jugaba un mundial que ocultaba crisis y crueldades, no lo hacían por destacar “señora”, si no para huír.

Los llamaban locos, pero ahora,  a la vejez, todos quieren subirse a su falta de cordura, él es artista y expresa de tal forma las emociones en pintura, fotografía o algun acorde primario, que ningún humano puede resistirse a su sutileza, ahora todos quieren sentarse con él a charlar frente  a una copa de vino, quieren comprar su mente, apropiarse de su originailidad pero él no lo permite, sería faltarle el respeto a aquel niño solitario que un día fue.

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