Silenciosa la noche como una espía de nuestros besos, se escondió hace tiempo el sol para dejar paso a su espejo, luna violeta, ella, hija de las estrellas, reina del mar. A tientas la noche, buscando sus labios entre su piel y su pelo, rostro que sonrie a mi sonrisa, a la dulzura de un beso tenue, unos labios que luchan buscándose, oscuros, nostálgicos de sí mismos se vuelven a buscar y se encuentran un segundo después de haberse separado. Durmiendo la noche, improvisamos una siesta, ella sobre mí y yo sobre el placer de disfrutarla, acostados sobre la suciedad y nuestros cuerpos amarrados en caricias o abrazos, qué nos importan las calles, las miradas de reproche si soñamos en dos segundos, que podemos dormir esta noche juntos y soñarnos la vida, como alguna vez, sobre alguna nube con olor a paz o a playa. Persiguiéndonos, la noche, las sombras que se encuentran y bailan, solo ellas sabían antes de que nadie que estábamos juntos, destino, solo ellas bailaban tangos incandescentes como nuestros cafés y aquellas tardes, solo ellas y ahora se buscan, se persiguen como nosotros nos perseguimos, llegando inclúso a hacernos daño “perdona amor, ya sabes, demasiadas ganas de tenerte al lado”, un mal giro y qué importa, las almas no chocan, a ellas simplemente, no les duele.
Andando sobre la noche y la luna que está vacía, pero yo la siento como de miel, la recuerdo en aquel veinticinco, de miel también y con qué dulzura le declaré mis sentimientos y con qué dulzura, lloró lágrimas de alegría, andando como anda la vida hacia la muerte, andando de la mano hasta separarnos y sólo me sale pensar “maldito treintayseis”, cada vez que llego a su parada pienso que ojalá se haya extraviado, se haya extraviado y sus padres estén dormidos u ocupados, entonces encontremos algún oasis perdido y durmamos la noche, como antes pero sin ensayos, de verdad dormírla juntos, con esa paz, aquella nube “y ojalá que pudieras dormir esta noche conmigo” dice quique casi en un susurro en mi oído “ y ojalá” pienso yo, pero el autobús no respeta mis sueños sencillos, mis deseos más íntimos.
Pero ella se marcha, yo la miro por última vez, nunca me giro de nuevo para mirarla, es demasiado difícil, sentirla lejos y que la noche ya no suene igual, como una guitarra herida.
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